La sanidad catalana ha sido tradicionalmente una de las que ha gozado de mayor reconocimiento tanto por su calidad como por su universalidad y la excelencia de algunos de sus centros.
Sin embargo, los últimos años han sido bastante convulsos, y en este momento, la sanidad en Cataluña afronta una etapa de genades incertidumbres, que además, el proceso secesionista, no ayuda a clarificar.
Los recortes presupuestarios aplicados a la sanidad han supuesto reducciones de plantilla, reducciones de sueldo para los trabajadores y un notable empeoramiento en la calidad de los servicios, debido principalmente, a los cierres de quirófanos y a la disminución de camas. De hecho, la atención en los pasillos de los hospitales ha comenzado, de un tiempo a esta parte, a vivirse como una situación normal, algo impensable años atrás.
Hoy en día, la sanidad catalana presenta una de las mayores cifras en lo que se refiere a listas de espera (173 días de media), y la situación no tiene visos de mejorar en vista de la deriva que ha tomado la política de conciertos entre la sanidad pública y la privada.
El sistema sanitario catalán ha mantenido su nivel de eficiencia desde hace años gracias a la colaboración entre sanidad pública y privada. Pero esta última, a la que se derivaban un buen número de pacientes que los centros públicos no podían atender, tiene cada vez menor presencia en la red asistencial de sanidad de Cataluña.
Por motivos políticos, y también ante la red de corruptelas descubierta en muchos centros colaboradores, el ejecutivo catalán ha decidido no renovar el concierto a aquellos centros privados que realicen actividades de las que puedan hacerse cargo hospitales públicos. Esto, en la práctica, supone que estos hospitales han de atender ahora un gran número de pacientes que anteriormente enviaban a otros centros, agravando así el problema de las listas de espera.
Como consecuencia de ello, ya han comenzado a vivirse situaciones extremas. El pasado invierno, ante una de las ya habituales epidemias de gripe, el sistema sanitario público catalán se vio colapsado, y apenas pudo dar respuesta al número de ingresos hospitalarios que se produjeron.
El resultado es que los catalanes, en otro tiempo orgullosos de su sistema sanitario, hoy presentan uno de los mayores grados de insatisfacción con este servicio. ¿Soluciones a corto plazo? No se intuyen, al menos mientras la situación política sea la que es actualmente, y a los responsables continúe preocupándoles más una hipotética independencia que la salud de los ciudadanos.